19 jul 2007

Reflexión sobre el 'trabajo social'


Todos comprendemos la complejidad que caracteriza a lo social, el entramado de relaciones por las que esta compuesto, la multiplicidad de factores que intervienen en su conformación; y entendemos también que es necesario dilucidar dicha trama para así poder conceptualizar las problemáticas sociales y por medio del conocimiento, realizar acciones transformadoras de dicha realidad.


El plan de estudio 99` significo un gran avance en la concepción ideológica de la carrera, ya que por primera vez se articularon los conocimientos en base a un cuerpo teórico determinado (Cuestión Social), se concibió al Trabajo Social articulado a concepciones epistemológicas, las cuales se relacionan de manera directa con los modelos teórico-metodológicos que han existido a lo largo de la disciplina. Esto ha logrado que se desmitifique el paradigma religioso-voluntarista en el que estaba la intervención profesional, dotándola de un carácter técnico, operativo-instrumental; lo cual fue necesario en otro contexto, atravesado por otro tipo de variables, diferentes a las que hoy nos muestra la realidad.


También comprendemos que siempre ha existido un interés por parte de los grandes grupos en los que se concentra la riqueza, de que el trabajo social, sea un mero instrumento que valide ciertas prácticas sociales, es por esta razón que nuestra carrera sufre de un vacío teórico-metodológico, lo cual impide el cuestionamiento permanente de la realidad.


Porque entendemos que el cuestionamiento debe ser permanente por la dinámica propia que caracteriza lo social, es que analizamos ciertas falencias en el actual plan de estudio; algunas que requieren de revisiones teóricas e ideológicas y otras que se relacionan al orden de la currícula o al dictado y/o articulación de los contenidos en las materias:

  • Falta de lectura crítica de la realidad y de las problemáticas sociales actuales y regionales.
  • Falta de producción de conocimientos.
  • Falta de lectura política, lo cual repercute en el posicionamiento político del trabajador social.
  • Falta de análisis institucional y organizacional.


Falta de lectura crítica de la realidad y de las problemáticas sociales actuales y regionales


Pareciera ser que con la “Cuestión Social” todo tiene explicación, que ya se encontró la causa principal de los problemas sociales que a diario abordamos, por lo que no es necesario seguir cuestionando la realidad y buscando nuevas formas o expresiones de la misma. Se han simplificado las explicaciones; y existe una desarticulación a la hora de contextualizar en el aquí y ahora a las problemáticas. Además que el cuerpo teórico que utilizamos para explicar nuestras problemáticas provienen de una realidad diferente, con diferentes expresiones y particularidades. Es necesario problematizar y cuestionar nuestra realidad, ya que es cambiante y compleja, y no existe teoría que la explique de una vez y para siempre; y comprender que los procesos no se dan aislados, sino que responden a características propias de cada contexto; y que las problemáticas regionales, nacionales y latinoamericanas, no responden a las mismas características que en otros lugares que describen los textos.


Falta de producción de conocimientos


Cuando no existe una lectura crítica de la realidad y de las problemáticas, lejos se puede producir nuevos conocimientos que articulen nuevos conceptos con el contexto, que lo problematicen, que lo cuestionen, no sólo a los problemas, sino también a los conceptos anteriores que daban explicación a esta realidad.


Creemos que el Trabajador Social, por la particularidad de su quehacer profesional y su contacto con la realidad es el más indicado para llevar a cabo instancias de investigación, entendiendo la investigación no solo como una parte del proceso metodológico, sino también valiosa en sí misma, ya que aporta de insumos teóricos que permiten conocer la realidad.


Pero también entendemos que la producción de conocimiento no es monopolio de los claustros, ya que éste se genera y distribuye en el conjunto de la sociedad. Reconocemos a los actores sociales, como sujetos de conocimientos y saberes, y que la teoría no puede escindirse de la realidad; como muchas veces se pretende, sino que en el accionar profesional y en diálogo permanente con esta realidad y sus actores es que se genera el conocimiento compartido.


Falta de lectura política, lo cual repercute en el posicionamiento político del trabajador social


Muchas veces se intentó dejar de lado y ocultar el rol político del Trabajador Social, asociando este concepto a estructuras partidarias, concepto impuesto en la década del 90`. No es casualidad que el plan 99` no aborde la temática, ya que el contexto era diferente y las concepciones de política de la época también lo eran. Lo cierto es que aunque se reconozca o no, es una realidad.


Mucho se habla hoy en día de lo ético-político en el Trabajo Social, sin embargo, no se habla de ocupar lugares de poder que permitan cambiar situaciones de desigualdad estructurales, no se piensa al Trabajador Social como planificador de políticas sociales, sino como mero ejecutor; ni se piensa en legislación y Trabajo Social y ¡cuánto! nuestra disciplina, en permanente contacto con la realidad, tiene que aportar a dichos campos. Criticamos las políticas, los programas y proyectos desarticulados de la realidad, pero no generamos mecanismos de participación social, ni aportamos nuestra mirada en la elaboración de los mismos.


Es necesario comprender que lo social esta articulado con diversos factores entre los cuales está lo político, lo económico, lo cultural, y negar uno de estos factores es simplificar la realidad.


Falta de análisis institucional y organizacional


El accionar del Trabajo Social se encuentra en la mayoría de los casos en el marco institucional u organizacional. Esto requiere del futuro Trabajador Social la capacidad de análisis institucional; entendiendo como análisis no la simple tipificación o descripción, sino la comprensión de la dinámica institucional, del papel que juega en el entramado social, reconocerla como actor que direcciona el quehacer profesional. Mucho se habla de la institucionalización del Trabajo social, y del sistemático acostumbramiento que producen las instituciones; sin embargo, si no se conoce la dinámica institucional, si no hay insumos teóricos que permitan conceptualizar dicha realidad, no se pueden generar estrategias de acción que permitan la superación de este obstáculo epistemológico.


Ante este análisis es que llegamos a la conclusión de que el perfil del graduado se caracteriza por ser tecnocrático, operativo- instrumental; con dificultades para posicionarse política e ideológicamente. Con un vacío epistemológico que impide la producción de nuevos conocimientos y la elaboración de nuevos modelos metodológicos que articulen la teoría con la realidad.


Pero también reconocemos, que el graduado de trabajo social no ignora la realidad, ya que existe un permanente contacto con la misma, logrado por el sistema de prácticas pre-profesionales; el cual es necesario articular con la producción de nuevos conocimientos; y de esa forma adquirir la capacidad de permanente cuestionamiento y conceptulización de las problemáticas.


PROPUESTAS:


Como mencionamos anteriormente, hay discusiones que se deben plantear desde el plano de lo ideológico, para reformar el plan de estudios, pero también entendemos que hay aspectos concretos que se deben realizar para lograr superar las falencias anteriormente descriptas:

  1. Incorporación de materias, o contenidos a materias ya existentes, que amplíen el bagaje teórico, para lograr un análisis critico de la realidad y del contexto:
    • Historia Social Latinoamericana
    • Análisis De La Realidad Argentina
    • Estado Y Políticas Publicas
    • Teoría De Las Organizaciones Y Análisis Institucional
    • Políticas Sociales Y Política Económica
    • Políticas Sociales Y Planificación
    • Trabajo Social Contemporáneo.
  2. Revisar los contenidos y el año de cursado de materias que ya se encuentran en el plan de estudio:

· Epistemología de las Ciencias Sociales debería encontrarse en los primeros años, para lograr una mejor comprensión de los procesos metodológicos específicos del Trabajo Social y aquellos relacionados a la investigación. Para lograr esto, seria necesario ampliar los insumos teóricos de primer año.

· Revisar los contenidos de materias como Problemática Educativa, Problemática del Trabajo y la Seguridad Social,

· Articular de manera integral los talleres, no realizando una división con respecto a los modelos de abordaje, sino buscando la integración de los mismos.

· Revisar los tiempos de duración de las prácticas, los centros de prácticas y los criterios metodológicos de producción. Promover desde las metodológicas la producción y la investigación.

· Revisar la bibliografía y exigir la actualización de los profesores que dictan las cátedras.

Entendemos que este es un proceso complejo que requiere la búsqueda de la articulación entre el contexto y el diálogo permanente con el mismo. Es por eso que necesita la participación de todos los claustros y también priorizar las demandas de la sociedad, ya que el conocimiento generado debe articularse permanentemente con todos los sectores de la misma.




SUR MOVIMIENTO UNIVERSITARIO







18 jul 2007

Movimiento Sur en marcha contra la discriminación



El movimiento universitario Sur participó, en el marco del Carrusel, de la marcha a favor de la diversidad etnica, religiosa, cultural y sexual.

17 jul 2007

Macrocefalia, y el "nosotros" porteño. Elecciones y acumulación popular.


Daniel Ezcurra

Director del ISEPCI, Coordinador de las Cátedras Bolivarianas de la UPMPM.

Los atenienses, se sabe, sostenían la democracia como una forma de gobierno para los iguales. Para los 90 mil ciudadanos que constituían el “nosotros” de la Polis frente a los 365 mil esclavos, esos que según Aristóteles le debían su condición a la naturaleza y no a una determinación social que los convertía en el motor humano de la ciudad “cuna de la civilización”. El otro sostén de la democracia era lo que Federico Engels llamó, creo que no sin ironía, “el ejército popular de la democracia ateniense”.

Si uno se toma el trabajo de seguir el razonamiento del colega y amigo de Carlos Marx en un texto; sugestivamente -para estas periféricas pampas- llamado “Barbarie y Civilización”, escrito en 1884, (es decir cuando los epígonos locales de esa civilización ya habían ajustado cuentas en el Río de La Plata con los representantes más caracterizados de la barbarie: el bárbaro Estado del Paraguay del bárbaro presidente Solano López y las bárbaras montoneras federales de los bárbaros caudillos que rechazaban el progreso servido en las modernas bocas de los fusiles de la afamada casa Remington); podrá observar que el pensador alemán caracteriza al sufragio universal en los marcos de una república democrática como “el índice de la madurez de la clase obrera”, es decir de la fuerza más característica de la transformación social de aquél entonces.

El resultado de las pasadas elecciones en la ciudad autónoma de Buenos Aires, la civilizada “Atenas del Plata”, la cabeza de ese Goliat macrocefálico y subdesarrollado que habitamos; nos permite trazar una parábola entre las dos ideas anteriores.


Las ideas –propias- no se matan. Se disimulan.

En una campaña signada por la similitud de lo enunciado (bien miradas, las tres campañas principales daban cuenta del “deber ser progresista” identitario de la ciudad), la mayoría de los porteños eligió con precisión quirúrgica a quién impostaba su real imaginario debajo de lo políticamente correcto.

A este resultado concurrieron distintas causas a saber: Por un lado, es útil recordar que en el desenvolvimiento de un determinado escenario, aquellos sectores que poseen mayores resortes reales para modificar o imponer las reglas principales del devenir tienen mayor responsabilidad política sobre el mismo.

El gobierno nacional tomó dos decisiones que impregnaron la elección: 1- No aceptar, cuando la campaña no estaba lanzada aun, a Jorge Telerman como su candidato en un distrito particularmente difícil para el kirchnerismo, contrariando de esta manera su táctica de alianzas desarrollada en buena parte del país con figuras tanto más cuestionables que el jefe de gobierno porteño. 2- Una vez ungido Daniel Filmus como su representante, privilegiar un encarnizado enfrentamiento con el calvo intendente permitiendo, el despliegue sin sobresaltos de la estrategia macrista.

Macri, desplegó un perfil propositivo, pluralista, no confrontativo, con eje en la propuesta y la gestión (obviamente sin precisar como hará para cumplir con sus genéricas promesas), acertando además en la exposición fuerte de Gabriela Michetti (todo un símbolo del conservadurismo en envase atractivo) y en la pose de víctima de las “agresiones” del gobierno. Es decir camufló su proyecto real en el mismo edulcorado “progresismo” de la media de la ciudadanía porteña.

Después del contundente 45% de la primera vuelta, sus contendientes gastaron recursos y tiempo (bienes escasos por definición) en demostrar lo que “la gente” precisamente eligió votar; que Mauricio es Macri. Es decir, aquel que, sin decirlo, garantizaba que Atenas siga siendo para los iguales. Aquél a quien encomendarle la tarea sucia de poner en su lugar a los cartoneros, piqueteros, travestis, motoqueros, repartidores de delivery, fuertemente pigmentados que abusan del hospital público y de la escuela pública y otros tantos indeseables que aparecen como un molesto recordatorio de que el boom de consumo de las clases medias y altas esconde la todavía ofensiva brecha en la distribución de la riqueza.

Y ello nos instala en lo que es un secreto a voces; la pervivencia de la lógica neoliberal en el corazón de las relaciones sociales. Esa lógica que “la gente” suele ver con bastante más nitidez en la supervivencia de los impresentables de la política que en su propia práctica cotidiana. O en todo caso como si un fenómeno no guardase absolutamente ninguna relación con el otro.


Carlos tejedor y la ausencia de la esperanza distribucionista

La autonómica Goliat votó, como otras veces en su historia, afirmar su bonanza económica a través del exclusivismo político. Y esto, en una ciudad que en 1880 fue a la guerra civil -con el ultraporteñista Carlos Tejedor a la cabeza- para evitar su nacionalización como capital federal -cuando los que se habían hecho con el manejo de la nación eran sustancialmente sus mismas clases dominantes- es mucho decir.

Mauricio es la elección de la clase media alta y alta que votó contra la “chusma” del conurbano, contra ese remedo de las montoneras federales (los excluidos del siglo XIX) que son los movimientos de desocupados, contra el “aluvión zoológico” responsable, según su simplista visión del mundo, de la inseguridad. Votó del kirchnerismo su modelo de gestión económica pero sin la indigerible y poco elegante figura del setentista, hegemonista, pisoteador de lo republicano (como le sopla al oído todo “comunicador progre” que se precie) K.

Pero en las clases medias bajas y bajas, y esto es lo más preocupante, el voto a Mauricio desnuda la ausencia por parte de las alternativas “progresistas” de la ciudad de un proyecto de distribución de la riqueza creíble y que entusiasme; y sin esa perspectiva en el horizonte, el voto se piensa como una barrera (mano dura incluida) para evitar que la “inseguridad” arrebate lo poco o muy poco hasta aquí conseguido.

Y aquí es interesante detenerse en el razonamiento de Engels del comienzo de esta nota, atendiendo a la microscópica elección de una izquierda tradicionalmente fragmentada hasta la volatilización. Si aceptamos que el voto en democracia como el “el índice de la madurez” del campo popular y que las opciones de izquierda son su única y natural representación, nuestras conclusiones deberán ser sombrías. Pero si bien es cierto que la dispersión de la izquierda da cuenta de su infantilismo crónico para abordar la realidad; también lo es que en nuestro tercermundista país la representación electoral mayoritaria de lo popular –contenida en ello la clase trabajadora- históricamente ha seguido derroteros policlasistas. Y esa fue la opción - siempre difícil de plasmar en la ciudad capital- que drenó votos hacia el macrismo en esta elección. A ello aportaron la impotencia de la centroizquierda (responsable del gobierno en los últimos dos períodos) y la errada estrategia electoral del gobierno.


Sobre la naturaleza del kirchenerismo.

El sorprendente festejo de Filmus luego de un segundo puesto a más de 20 puntos del primero, habiendo “quemado” en la campaña a dos ministros del gabinete nacional, fue el consecuente cierre de una estrategia autista para la capital federal y un anticipo de lo que iba a deparar la segunda vuelta. Y esto no tiene que ver en absoluto con las cualidades –positivas- de Ministro de Educación como candidato.

Telerman en tanto animal político hizo lo que tenía que hacer en el marco de la cancha que le marcó el gobierno: buscar anclajes electorales que le permitieran competir para ganar: De allí sale su alianza con Carrio. El dato político es que primero no buscó a la mística de epidermis pilosa sino a K. Y Kirchner (mirando a través de la aguda percepción de Alberto Fernandez) al rechazarlo, se fabricó una encerrona donde termina construyendo el escenario para la victoria de Macri.

Y aquí nos adentramos en un elemento sustancial: la esencia de la construcción de poder del peronismo: subordinación o muerte. Desde Cipriano Reyes (pasando por Scalabrini Ortiz o Jauretche, - también y por otras razones por Vandor- , J. W. Cooke o la Tendencia) para acá, el liderazgo peronista no acepta la autonomía. Y este es su límite más complejo.

Entendemos al Kircherismo como el espacio privilegiado donde acumular representación, organización y masa crítica para el campo popular en una alianza de clases. Es decir, lo caracterizamos como una alianza de clases dirigida por distintos sectores de la burguesía local (y que contiene a buena parte de los sectores populares), con niveles de enfrentamiento con el capital financiero y las multinacionales (enemigo principal) en la lógica de acumulación y distribución de la renta.

De allí y en la inteligencia que alianza de clases no implica conciliación de clases, puede entenderse al de Kirchner como un gobierno en disputa desde que para distribuir la renta tiene que haber un modelo de acumulación que la genere y ese modelo es objeto de una fuertísima puja.


Ser o no ser; la encrucijada de la izquierda del kirchnerismo

En esa puja, el acumulado simbólico, político y de masa crítica de los sectores que piensan en un proyecto nacional de integración regional, con un Estado fuerte (apuntalado con organización y movilización de masas) que planifique el desarrollo productivo asignando los recursos según una mirada política (es decir contemplado la correlación de fuerzas pero incidiendo en la misma) y con fuerte capacidad de decisión sobre la modalidad específica de acumulación del capital (es decir armando un "mapa" económico entre capital extranjero, local, formas sociales de producción y propiedad estatal) con sentido autónomo, es muy bajo.

Por ende, las principales tareas de las fuerzas políticas que comparten esa lectura, son por una parte, apuntalar la continuidad de esta oportunidad histórica, y por otra sumar representación, gestión y poder político para incidir en la disputa al interior del frente nacional.

Pero resulta que el gobierno, parece cerrar la puerta del aumento de representación política para los que así piensan. Y esto tiene absoluta lógica en una escena donde la coyuntura económica (de relativa bonanza) y la debilidad política de los sectores más concentrados del capital (para construir liderazgos fuertes), no generan batallas políticas intensas (como por ejemplo en Venezuela o Bolivia) donde las mayorías en la calle sean determinantes.

Esta "crisis de función" de la "izquierda kirchenerista", obliga a leer atentamente cada situación concreta en cada momento concreto para encontrar la mejor combinación que de cuenta de las dos responsabilidades políticas de las que hablamos más arriba. Es decir, en otras palabras, donde y cuando hacer jugar la autonomía para mejorar la representatividad en el marco general de no debilitar la continuidad del gobierno.

Apostar acríticamente a las estrategias de gobernabilidad actuales, (que se empeñan en alejar al kircherismo de cualquier contaminación "populista". Es decir, operando con cierto horror a las masas organizadas y movilizadas) con seguridad fortalecerá en algún momento, por decirlo en ejemplos históricos, la versión siglo XXI del golpe de 1955, (o del suicidio de Getulio, o del reemplazo de Velazco Alvarado o de la coptación del MNR, etc, etc, etc.). Claro está que tampoco se puede apostar irreflexivamente solamente a la confrontación dentro del Frente Kirchnerista sin las necesarias mediaciones de poder, tiempo y espacio. Manejar esa tensión es el desafío más trascendente de la que llamaremos la izquierda del proyecto nacional.


Como blindar las organizaciones populares

A pesar del amplificado impacto político de la victoria macrista, las inmediatas encuestas aparecidas en torno a la intención de voto para las presidenciales, dan a la candidata del gobierno, en el peor de los casos, el mismo porcentaje que todos los candidatos opositores sumados (Diario Clarín 1/7).

En este escenario de continuidad, pero también de lo que seguramente será una nueva etapa, la derrota en Capital Federal abre interesantes perspectivas para reflexionar sobre los caminos de la acumulación de las organizaciones populares; sobre el pasaje al acto de constitución de la voluntad que corra los límites de la correlación de fuerzas en épocas no épicas sino de una confusa opacidad.

Adelantamos algunos ejes para el debate:

1- El sostenimiento de la posibilidad: En el marco de debilidad relativa antes descripta, si la estrategia de las organizaciones populares se contrapone a la continuidad del escenario actual estará achicando los tiempos de su necesaria maduración.

2- La acumulación (de fuerzas, representación política y simbólica): Elaborar una estrategia de acumulación en el corto y mediano plazo, buscando las brechas por donde irrumpir con la renovación y la representación políticas (para lo cual es necesario un exhaustivo mapa del Estado y las demandas populares en cada frente, municipio y provincia), estableciendo los mecanismos de acción-negociación-presión para desplegarla en cada caso concreto.

3- La disputa por los ejes de profundización del modelo: Es imprescindible recortar dentro del campo político-simbólico del proyecto nacional aquellos ejes que signifiquen el máximo de profundización posible del rumbo, y convertir a las organizaciones populares en firme abanderadas de los mismos ante la sociedad.

4- La democratización de la organización: Partiendo desde la realidad concreta de los actores sociales y políticos, impulsar el protagonismo en la toma de decisiones. Una organización de sujetos activos es imprescindible para el fortalecimiento de la real acumulación popular.

5- La formación y la capacitación de cuadros: Los importantes y novedosos desafíos políticos que la etapa impone a las organizaciones hacen imprescindible un esfuerzo permanente y sistemático por dotar a las mismas de los elementos teóricos, técnicos –y de síntesis de las experiencias concretas- para abordarlos.

6- El despliegue de una fuerte voluntad de articulación y unidad: Impulsar una permanente política de identificación y acercamiento de posibles aliados, encontrando ejes y prácticas de profundización de los acuerdos.

Son evidentes las complejas tensiones que existen entre las rupturas y las continuidades que presenta la nueva etapa política. La dinámica de acumulación y disputa al interior del kirchnerismo da cuenta del vigoroso despliegue de estrategias de los distintos sectores y sus representaciones político-sociales para incidir en un escenario de correlaciones de fuerzas en constante transformación.

Las fuerzas populares tienen la obligación de no confiar más que en sus propias fuerzas. Flaco favor le hacen a su propia acumulación las apelaciones a la “justicia” de sus posiciones en la espera de reconocimiento político o institucional. La lucha política –y esto vale al interior de una alianza de clases- es una confrontación de intereses; y la claridad en el análisis sobre cuales son los intereses en juego, sus representaciones y acciones es sustancial para desplegar una estrategia propia y no terminar jugando con las cartas (prácticas, discurso y motivaciones) de otros.

Saltar por arriba la falsa dicotomía entre el posibilismo y el testimonio; recorrer esa estrecha cuerda de acumulación que lleva a hacer posible lo necesario, implica no desestimar los debates necesarios bajo la acusación de idealismo ni rechazar desde un falso purismo las consecuencias concretas de la alianza asumida. La audacia y la amplitud necesarias tienen como prerrequisito la permanente consolidación de la solidez ideológico-política de las fuerzas populares, pues allí reside la fortaleza para atravesar los complejos desafíos del presente.